Una fe bajo influencia, es una fe que lucha, es la que cree que no pasará lo que ha orado, lo que había creido, es aquella que vive en incertidumbre, porque no conoce los propósitos soberanos de Dios, y esa poca fe está muy influenciada por lo que se siente, por lo que ve esa persona, o por lo que se oye, es una fe inquieta llena de emociones.
Santiago 1:6
Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
La fe inquieta, es la que se enfoca en el problema, la que vive pendiente de sus circunstancias, es la que se enfoca en el obstáculo, es la fe que razona y ese mismo razonamiento la lleva a creer y dudar a la vez, y debate en las razones por las que quizás no pase o no es posible o quizás no suceda.
Es una fe acompañada de la vieja naturaleza que por los fracasos y culpas pasadas siente que no es digna; es una fe que se quebranta, y a este tipo de fe le es necesario tomar las pruebas como un escalón, para aumentar esa poca fe tan vulnerable e influenciada.
Y es que en la vida existen momentos de pruebas y dilemas con el fin de crear la oportunidad para ese desarrollo. Dios nos ha dado la capacidad de ejercer fe para que encontremos paz, gozo y propósito en la vida.
Es necesario emplear ese poder de crecimiento, y solo se logra al enfrentar esa gran prueba, que viene con gran ímpetu a nuestra vida, por ello debemos estar dispuestas a crecer mediante las pruebas que nos impulsan a creer aún más para llegar a tener una fe genuina.
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