Abril 05 2024
Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a
Dios, a fin de que vengan tiempos de refrigerio de parte del Señor.
Hechos 3:19
Toda la honra a quien tiene el poder y la autoridad, Cristo Jesús.
Gracias Amado mío, porque sólo tú eres del que sana, restaura, liberta, renueva y transforma.
La transformación de este corazón contaminado y pervertido que en el mundo se dañó, comenzó hace cuatro años y su perfección en tu amor hace dos.
Cuando me hiciste darme cuenta de lo mal direccionados que estaban mis sentimientos, me lo mostraste con muchas acciones, pero la que dio pie a este testimonio, fue el haberme demostrado que mis hijos no ocupan un primer lugar en mi corazón, sino que venían a ser inferiores para ese espacio que fueron ocupando el mundo y la idolatría enferma hacia los animales.
Uno de los días que me hiciste darme cuenta fue cuando, al hacer un acomodo de interiores en su recamara, llegó un colchón nuevo, y al hacer espacio para que se ocupara por uno de ellos me dice mi hijo el menor: ¡mamá me das un cobertor! Eso partió rotundamente todo en mí.
No había un cobertor. No había más que darle o ponerle. Esto no era por falta de dinero, esto no era porque estuviéramos careciendo, esto no fue por qué no tuviera, simplemente, hubo, y dos y más, y yo misma se los había dado a los perros que tenía, y esos simplemente se habían maltratado y perdido.
¡Le di los cobertores en buenas condiciones a mis perros! (Que en aquel entonces tenía) ¿Qué le decía a mi hijo? ¿Cómo explicarle que no tenía para él, uno?
Mi corazón se partió, y fue ahí que mi amado empezó con este arduo trabajo con los ídolos, y las filias en mi corazón. Fue ahí que más asquerosa me sentía, más por decir ser una mamá que no era conforme al corazón que Jesús necesitaba de mí. Sino una madre que solo era su superfluo amor, una madre que estaba llena de egoísmo y distorsionada por el lugar del corazón.
Llegó el arrepentimiento genuino, ahí donde se desgarra el corazón día a día en cada momento de recordar lo que fuiste antes del Perfecto amor que cubre multitud de pecados, antes de Jesús.
El arrepentimiento llegó. Y tuve que doblar manos y solucionar en ese momento, el orgullo no quería irse y pues tenía que decir: no puedo.
Y fue así que me atreví a pedir, derrotada, prestada un cobertor para mis hijos. ¿Qué haces cuando los ves a la cara y no puedes sostener la mirada?
¿Qué haces si te caíste y fallaste a lo que he más decías querer?
Así era mi corazón, por más que quiera disfrazar, ante Su amor no se puede.
Entonces el tiempo pasó, y cada que tendía la cama, me recodaba el Señor que tenía que dar el paso, y así es. La restitución tenía que llegar.
Comencé a orar que fuera de la mejor manera y que el perdón fuera genuino.
Estaba hablando simplemente de un lugar en el corazón disfrazado con un acto de amor mundano por un ser vivo que no es nada mío, más que lo que Dios me había puesto en las manos: mis hijos. No solo era el cobertor, eso ya había sido el pretexto. Pasaron los días y con ellos las oraciones. Hasta este momento en que levantó este aleluya a mi Amado.
Mi esposo terrenal tuvo que hacer un viaje largo, entonces me dijo: me llevaré el cobertor que tienes. Y dije ok. Eso hacía que no quedara ninguno conmigo. El paso siguiente, fue ir a una tienda de conveniencia, que ahora sería mucho más fácil, hacerlo. Estando ahí, busque y busque y estaba a lo lejos un cobertor. ¡Si, el soñado! Con todo y rebaja. Estando en la caja, acompañada de una hermana en Cristo, me recuerda mi Amado que no había pedido permiso para dicha acción. Entonces enseguida cancele.
¿Qué pasó con la cajera? no lo se. Pero lo que me hizo sentir es como si le hubiera pedido que ella me lo regalara. Que su actitud por la cancelación era detestable. Sabía que el enemigo me quería hacer sentir así, y al no pasar la vergüenza, podría ceder al enojo de otra persona, que me haría desobedecer, por el miedo a padecer. No entendería nada hasta después. Al día siguiente, hablé con mi ET, y le comenté que había visto tal cobertor. Me dio el ok final y llegando la tarde fui por él. Antes de llegar al sitio, hubo ante mí un ataque del enemigo entre pensamientos y emociones. Era más para mí que solo comprarlo. De ante mano los trabajadores fueron instrumento para hacerme sentir la compra más detestable de mi vida. Tanto que estaba a punto de no comprarlo. Si no fuera porque el Espíritu Santo me dijo: que tú si sea sí y que tú no sea no. -Mantente quieta. -
Eso me dio paz, y seguí. Al finalizar la compra, este aún está a más barato que el día anterior. ¡Nadie más que mi amado! pero, el ataque seguía.
Entre las emociones que se alteraron, y las personas que estaban siendo utilizadas, solo quería correr. Pero me detuve, en una de esas pláticas tan intimas que uno tiene con su amado EC.
En el camino entre él y yo. Su abrazo y Su palabra para poder quietarle toda autoridad a las circunstancias qué hay a mi alrededor, el me seguía calmando.
Le entregué el cobertor y le dije sólo quiero poder restituir esto.
Se que nada necesito si tú estás a mi lado. Tú me darás tu amor y eso es lo único que basta. Pero le dije: quiero vivir enserio el “si te tengo a ti lo tengo todo" quiero solo vivirlo. No decirlo en la mente, sino pasarlo al corazón, plasmarlo en mi alma.
Y mientras esto entre él y yo seguía, recibí una llamada de una hermana en Cristo, que me quiso ver; el instante siguiente, fue que, ella me dijo: cierra los ojos. Y fue ahí: en sus manos estaba un paquete muy grande: ¡un cobertor hermoso! En ese instante Su voz me dijo: este es tuyo. Este es el que quiero para ti. Todo está listo, no hubo más. Le adore de una manera tal que no había emoción en mí. ¡No la había! En mí, que soy un volcán en erupción.
No había nada. Sabía que en ese momento todo con mis hijos había quedado listo, que su perdón es tanto, pero esta vez, le dije: no necesito nada. Solo te quiero tener a ti.
Mi enfoque fue en Él, solo en él, no en lo que él me pudiera dar.
Así que, adore una vez más. Al regreso pedí perdón de nuevo a mis hijos y les dije la verdad. Perdón por que no los elegí, porque no los podía ver como LO QUE DIOS ME DIO, sino lo hice cotidiano. Ellos me dijeron que sí, me abrazaron; oro por que me perdonen con el corazón y con Jesús en ellos cuando crezcan y puedan trabajar en esto.
La noche llegó y mi amado me regalo una noche de paz. Es que, a su lado, todo está en control. Todo lo que uno hace tiene que ser en obediencia y así poder recibir el perdón.
Sin obediencia no hay bendición. ¿y qué más grande bendición que el perdón de todos los pecados?
Aleluya al único al Rey, al amor eterno, al amante Perfecto, al eterno enamorado que hace todo por amarnos y por qué estemos libres de toda carga y culpa. Cristo Jesús, eres mi plenitud, quiero seguir viviéndote, quiero seguir amándote.
Rebeca.
C3DMINISTERIO.
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