01 Agosto 2024
Y David contestó a Gad: —Estoy en un grave aprieto. Ahora bien, es preferible que caigamos en manos del Señor, pues su bondad es muy grande, y no en manos de los hombres. 2 Samuel 24;14.
Trabaje durante varios años en un lugar de rescate para animales. Una última semana antes de renunciar, tome una decisión que daría paso a este testimonio.
El día en que le dije a la señora que tenía que faltar para quedarme con mis hijos, porque mi cuñada daría a luz y su mamá no podría cuidar de ellos esta vez; ella se negó por completo, y durante una semana le insistí, en que en esta ocasión mi suegra no podría cuidarlos, seguimos en desacuerdo, durante esos días. El último día que estuve ahí, le dije muy tranquila nos vemos después, aún no había planes de que yo faltara y de que ella me dejara faltar.
El día en que hospitalizaron a mi cuñada, hablé por teléfono con la señora y le dije, que faltaría, esto dio una serie de discusiones muy fuertes, cosa grave, ya que no trabaje para ella con seguro o con un contrato, solo era una casa, y solo tenía que ser limpieza, más no todo lo que por mi parte yo ejercía. La señora se opuso totalmente a que faltara, y en el celular comenzaron los insultos; en ese tiempo no conocía al Señor y era demasiado torpe con el espíritu de Jezabel, aún tenía autoridad hacia mi.
Ese día mi cuñada da a luz, y el problema aún por aquel trabajo seguía, cuando decido regresar al otro día, esta señora me dice que me ha castigado que, si ella no gano por estar en su casa, yo tampoco ganaría, que en tres días nos veríamos, colgamos. Era tanto lo que ella ejerció en mí de intimidación esos años ahí dentro, que me sentía muy mal, incluso por lo que sabía que estaba bien. Miedo, confusión y tristeza había en mí, ¡y cómo no! ¡si había muchos pactos!
Hablé con mi familia y estuvieron dispuestos a apoyar la decisión de retirarme por completo. No sabía hasta años después que ahí, Justo en ese momento, estaba Jesús. No sabía lo que estaba pasando, sino hasta años después.
A los tres días me presente a dejarle unas cosas que tenía de ese lugar, y en la puerta, le entregue todo. Ahí afuera le dije, gracias por todo, me retiro. Y ella no dijo nada. Tomo las cosas y se dio la vuelta.
Hoy, cuatro años después, pienso que ese debió ser el fin, y así tenía que ser. Pero la desobediencia hace que uno caiga y las ataduras que nos hacemos y el derecho que le otorgamos al enemigo es el que no te das cuenta de que está, hasta que pasa. Y llega Jesús, a darte vida, verdad, luz y mostrarte Su camino.
Ese día debió ser el final, creí que había decido por mis hijos, y no fue así.
Cuando di la vuelta a la puerta de esa casa, fui a otro lugar cerca y recogí dos perros, uno de ellos paralítico. Hice trato con otra señora que me los dio. Mintiéndome también que no podía cuidarlo por su estado pero que ella me daría el dinero, y me dio dinero, con el cual, ese tiempo fui a comprar objetos de budismo y metafísica, que eran los pactos con que en ese momento estaba atada. Sí, le creía al enemigo. En lo terrenal de ese momento estaba muy triste, y muy feliz de enseñarles a mis hijos los perros, “la típica ayuda social y voluntaria “con la que el enemigo me había engañado toda mi vida con el amor desmedido hacia los animales.
Ese día, había elegido el tiempo para los hijos, porque renuncié al trabajo, pero en mi corazón engañoso, no los elegí. Toda la emoción la había puesto en unos perros cualquiera. Que en ese momento les robaron a los hijos el tiempo, el amor la atención y el espacio que ellos merecían.
Tiempo después uno de los perros fue atropellado, y murió. Pero el paralítico ahí seguía. Más cosas pasaron, llegaron gatos, más gatos y mi casa era un basurero animal. Deje que todo en donde yo trabajaba me siguiera y la zoofilia (amor desmedido a los animales) siguiera dominándome. Mi estabilidad emocional estaba por los suelos, perros y más perros, en verdad mi casa estaba podrida y mi espíritu más.
Con tanta ceguera espiritual no sabía a dónde iba a llegar. El día en que Jesús me rescato hace ya tres años, empezó la depuración, de todo; procesos y más procesos, una vida que en verdad lo reflejara. Cuando uno de los ayunos llegó, me fue revelado que este pacto que hice con la metafísica fue con el dinero del perro paralítico, y entonces tenía que ser cancelado.
El dinero total me llegó por una bendición de una hermana del ministerio; en ese tiempo estaba tan inmadura aún, que violando un principio fundamental le di el dinero a guardar a mi esposo, claro que, cuando le dije regrésamelo tengo que hacer algo, él jamás me lo dio. Así pasaron los días y el enojo se enraizó; Más aún que mi espíritu era muy débil aún que él enemigo ganó territorio poniéndome ira, que le grite para que me devolviera el dinero. En ese momento él me dijo: deja el perro ahí, no vas a regresar nada. Yo me hago cargo. Aunque me dolió mucho el Señor me dijo que ahora él había tomado por completo esa responsabilidad, tal como él caso de Ana y Elcana. ¿Pero que había del dinero? Me fue dada la orden por mi amado, de juntar todo por completo yo misma y entregarlo.
Para esto tarde varias semanas. En esa etapa estaba pasando varios procesos a la vez, y el dinero era uno de ellos, incluso hasta 5 pesos no los podía tener. Así de fuerte fue, pero acepté, merecía eso y más. ¡No soy más que un trapo de inmundicia! Tuve que juntar el dinero, y al estar reunido, mi amado orquestó todo para que ese día pudiera ir a dejarlo. Al llegar ahí, con la señora que me dio los perros, le dije todo lo que había pasado y que el Señor me había rescatado a mí. Le dije de donde me había sacado el Señor y que le pedía perdón por todo. Que tenía la orden de regresarle el dinero. Que por favor lo aceptara. Y así fue. Ese día quedé libre de la condena que hice y más cosas pasaron. Pero todo lo que me había sido mandado, debía cumplirse con Misericordia, ya que lo había arruinado varias veces.
Hasta la fecha que redactó este testimonio, el perro inválido aún sigue con vida, el Señor me ha dado promesa, que todo será roto, el día en que él decida llevárselo. Solo puedo compartir, que, al ver el perro en la puerta, veo la misericordia que Jesús ha tenido con mi familia, el perro ahí ya no me estorba, ahora no me afecta, es un recordatorio de cómo amar por sobre todas las cosas a mis hijos, más que a nada terrenal, y jamás más que a Jesús, pero me recuerda su perdón. Aún no tengo completo el testimonio de zoofilia, porque aún están los perros, pero sé que el Señor me dará la victoria, y para cuando no quede ninguno, seré libre físicamente de todo. Mientras, veo su amor y misericordia, su perdón y oportunidad, porque, aunque desobedecí, y no sabía amar, dice su palabra que mi pueblo perece por falta de conocimiento, y así fue, pero dice también que veré la bondad en la tierra de los vivientes y que por creer que él lo hará, me dará doble porción. Ahora él me enseña el verdadero amor. El amor que es Él.
Ese perro es recordatorio de la desobediencia y del perdón, es recordatorio de que jamás elegiré mal nuevamente. En el nombre de Cristo Jesús, todo Honor y toda la Gloria para él. Solo él es digno de ser alabado.
Rebeca.
C3D MINISTERIO.
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