La amargura no resuelta puede estar tan arraigada a su alma, que ni siquiera se dé cuenta de que está ahí.
Las consecuencias de la ira.
Aferrarnos a nuestra ira, es contrario a la voluntad de Dios; pues nos destruye a nosotros y envenena a los demás.
La ira, el enojo, la furia, son emociones destructivas y frustrantes.
Cuando el enojo toma el control estamos abriendo una puerta de acceso completa dando lugar a Satanás, al diablo para que entre a morar se establezca y nos domine bajo esos sentimientos de enojo, y coraje.
Todas estas emociones que se convierten en sentimientos negativos son todo lo opuesto a lo que Dios nos invita en su palabra.
Todas estas actitudes negativas endurecen el corazón y afecta la labor de Dios en y a través de nosotros.
El Padre celestial quiere de nosotros colmarnos de gozo y paz, pero el corazón enojado impide esas bendiciones.
Salmos 37:8
Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, solo harías lo malo.
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