“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” Salmo 42:1-2
Los seres humanos, optamos por buscar los placeres temporales de este mundo, aunque el Único que puede satisfacer y llenar ese vacío en nuestra alma es Cristo.
De la misma manera, a todos nos acompañan los problemas y las decepciones, pero en vez de buscar al Señor, hay quienes tratan de saciarse con otras cosas, pues creen que así quedarán satisfechos.
No tienen sed de Dios, sino que buscan satisfacerse con los placeres terrenales y actividades que carecen de valor eterno.
Tener sed de Dios es experimentar ese vacío esa falta de liquidez esa sequedad.
Vivimos en un mundo deshidratado, por falta de agua, esa agua que brota de la palabra, es agua viva que transforma que sacia, que hidrata que mantiene y que es vital para el alma, necesitamos esos ríos de agua viva que yacen en Cristo Jesús.
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