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Llamamiento de Jeremías.


Y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma de paloma. Entonces se oyó una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo.» Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó su ministerio. Era hijo, según se creía, de José, hijo de Elí. Lucas 3:22-23.



Has guardado en mi corazón desde el vientre de mi madre en lo que tú te quieres complacer conmigo. Me constaría tres años darme cuenta de cuál había sido mi propósito en esta tierra y para qué es que me formaste de la costilla del varón, para que diseñases mis ojos y mi corazón, para que me diste piernas y brazos, para que este color de piel y estos pies.

Me costaría darme cuenta, pero tú lo sabias, y jamás te diste por vencido, caminaste a mi lado, y aunque anduve en el fuego y el mar de penumbra, ahí estabas. Siempre estuviste tú. Hoy, con el gozo y el fuego ardiendo en mi interior descubro porque esta edad es muy importante para mí. Porque a pesar de no haberlo sabido antes por la ceguera que había en mí, hoy puedo entender con tu voz guiándome porque es que está edad la deseaba tanto en mi ser.


Hoy soy consciente lo de que quieres hacer en mí. De lo que te ha costado edificar en mí, de lo que te ha constado limpiar y saciar en mí. Hoy me has dicho que es lo que tengo que hacer. Para que tengo que estar aquí, hoy me has regalado el mejor regalo de todos, el mejor tiempo a tu lado. Hoy los cielos abiertos se derramaron sobre mi ser, sobre mi has derramado tu sabiduría, me has dicho lo que necesitabas que supiera sobre mí y sobre mi propósito. Ahora abrazo esta edad como la mejor de mi vida, el comienzo genuino y verdadero de mi vida a tus pies. Hoy, sé que se inicia en mí una línea de tiempo que marcará toda mi vida, mi linaje, mie herencia, mi porvenir. La vida que se sembrará en mí y lo que se convertirá en mis cimientos. Para cuando ya no esté aquí, sino abrazándote, cara a cara.

Hoy me has regalado el mejor mes de todos y tras quince años en que fluctué e hice con mi vida lo que no supe valorar. Hoy en ti se cumple lo que diseñaste para mí. Quince años después te tomo que esta palabra se formará en mí.

Gracias Jesús por decirme todo lo que hoy escucho mi corazón y me guardas, gracias, porque 15 años pasaron para que hoy cambiaras todo en un instante.

Limpiaste, restauraste, renovaste y saciaste mi alma para ser libre en ti.

Y entró a esta etapa nueva de treinta, siguiendo tus huellas. Haciendo todo por completo nuevo, porque tú amor en transformo. Te amo, y amo mis treinta.

Te amo por completo, te amo Dios eterno. Más que a mí misma vida.

De tú mano puedo, en ti creo, a donde tú me digas, dónde estes tú, voy.

No tengo otra razón, para seguir Señor, Solo tú tienes palabra de vida eterna.


Llamamiento de Jeremías

La palabra del Señor vino a mí:

«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones.»

Yo le respondí: «¡Ah, Señor mi Dios! ¡Soy muy joven, y no sé hablar!»

Pero el Señor me dijo: «No digas: “Soy muy joven”, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe, y vas a decir todo lo que yo te ordene.

¿No le temas a nadie, que yo estoy contigo para librarte?» Lo afirma el Señor.

Jeremías 1:9 Luego extendió el Señor la mano y, tocándome la boca, me dijo: «He puesto en tu boca mis palabras. Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos,» para arrancar y derribar, para destruir y demoler, para construir y plantar.» La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: «¿Qué es lo que ves, Jeremías?» «Veo una rama de almendro», respondí.

«Has visto bien —dijo el Señor —, porque yo estoy alerta para que se cumpla mi palabra.» Jeremías 1;9-11.






Sara.

Cordón de Jesús.


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