Hay grandes principios en su palabra y todos son importantes de aprender y de comprender, a fin de permanecer libres, libres porque necesitamos experimentarlo a él, necesitamos experimentar su palabra y vivirla al máximo.
Gran parte en lo hemos confiamos en nuestros procesos, y es lo que nos ha obstaculizado, esa parte que nos ha mermado, y que no nos ha permitido experimentar más de él.
Han sido nuestros sentimientos, estas cosas que guardamos como un tesoro y ahora que estamos en Cristo nos damos cuenta que todo esto es un cúmulo de obstáculos que no nos permiten desarraigarnos de personas, lugares, objetos, animales, etc.
Hemos venido a través de este tiempo sabiendo todo lo que nos impulsa, todo lo que nos ata, que son nuestros sentimientos, todos estos sentimientos son creados por estas emociones.
Comencemos con los sentimientos que tenemos cuando nos equivocamos, muy a menudo cuando nos equivocamos estamos bajo una convicción o culpabilidad, la diferencia entre estas dos emociones es que la emoción habitual o normal es la culpa y la culpa no se siente bien, la culpa cae bajo las emociones negativas, esto viene desde el principio y nos condena, es una compañera o una consecuencia de la culpa.
Estos sentimientos no son buenos, estos sentimientos nos invaden, estos sentimientos son del maligno.
Así es del enemigo, los crea, de él provienen los sentimientos de culpa y de condena, y todos los pensamientos que le prosiguen no son los que él Señor está diciendo en absoluto.
Entonces esto determina cómo nos sentimos y por ende si estos sentimientos son negativos pues nuestras emociones son negativas, es muy importante que no olvidemos estas mentiras del enemigo, es importante que no olvidemos que el Señor tiene cosas nuevas y maravillosas para cada una de nosotras cuando desarraigamos la culpa y la condena que llega por la vergüenza, por la vergüenza del pecado que nos acusa.
Él quiere traer a cada una de nosotras esa hermosa libertad por la cual él pagó, hoy nos habla de esto que nos condena, que son estas emociones.
Entonces nosotras tenemos que buscar al Señor como dice el Salmo 34:4-5
Busqué al Señor, y él me respondió;
me libró de todos mis temores.
Radiantes están los que a él acuden;
jamás su rostro se cubre de vergüenza.
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