El Espíritu Santo es el único que puede provocar pesar en nuestros corazones.
Necesitamos arrepentirnos y esto significa cambiar la manera de pensar un arrepentimiento genuino que viene de la conversión total.
Cuando estamos en pecado no podemos hacer lo bueno, y aunque queremos hacer lo bueno, no podemos porque hay algo dentro de nosotros que nos pesa y ese es el síntoma del pecado.
El pecado más común es la falta de perdón, Dios no nos perdona porque no hemos perdonado.
Perdonar viene de un corazón que se ha arrepentido, ese arrepentimiento es obra del Espíritu Santo.
Es necesaria una conversión al nuevo estilo de vida, esta sería la evidencia de que él arrepentimiento es genuino.
Y esto se realiza, trayendo los nuevos hábitos que Dios nos habla en su palabra, siguiendo sus mandamientos y haciendo lo correcto en obediencia.
Si no perdonamos, Él nos dejará envueltos en nuestros propios pecados
El Señor enseñó: “Debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, esto se manifiesta en el pasaje de Mateo 18:21–22, muestran la naturaleza presta a perdonar del Salvador y también la justicia de Dios cuando decidimos no perdonar.
Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” Y el Señor le contestó: “… No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”
El perdón y la salvación se basan totalmente en la persona de Dios y por la obra redentora de Jesús en la cruz. Sin embargo, nuestras acciones demuestran nuestra fe y la medida en la que entendemos la gracia de Dios.
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