El ayuno es un medio de adoración.
En Lucas 2 encontramos la historia de una profetisa de 84 años, llamada Ana. En el versículo 37 dice, “…y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones”. Ana era devota de Dios, y el ayuno fue una expresión de su amor por Él.
El ayuno bíblico nos une más estrechamente con Dios. Aunque nuestros cuerpos sean privados de ciertas cosas, el propósito es acercarnos a Dios.
Él es el único que sabe cuántos días es necesario el privarnos de los alimentos, y él es el único que sabe cuánto realmente necesitamos ayunar.
Nuestra carne no querrá solo él sabe cuánto es necesario pasar por este periodo de privación y abstención.
A su vez, Él promete acercarse a nosotros. Esto es una certeza espiritual.
Además, a medida que nosotros menguamos, el Espíritu crece.
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