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El mandamiento del amor.


Agosto 31 2024

El que ama a su hermano vive en la luz,

y no hay nada que lo haga caer. 1 Juan 2:10



Alabado sea todo el poder de Jesús de Nazareth que vive y Reina por todos los siglos. Unos días después de haber terminado una intersección por mi esposo, el Señor me había mandado a otro por mi hijo mayor. Esos días, me había estado sintiendo distante en mi relación con mi hermana mayor, esto es muy relevante porque en las oraciones yo hablaba con ella mucho, y en esta ocasión todo sería distinto.


Una mañana me dispuse a decirle lo que en intimidad con mi amado me había sido revelado en palabra, pero que no sabía cómo hacer la oración; para esto ya serian muchas ocasiones en esa semana que no quería hablar conmigo. Y me dolía en el corazón como es que ella no quisiera nada conmigo, solo de unos días para acá. Esto me saltaría esa mañana al hablar con ella, y que contarle la palabra que me había sido dada, 1 Juan 2:10 El que ama a su hermano vive en la luz, y no hay nada que lo haga caer.

Ella guardo silencio y me dijo esa palabra no es para tus hijos, es para ti; le conteste, sabes, ya tienes muchos días así, y esto me duele, sino puedes hablar lo entiendo, pero, no puedo seguir así. Y ella me dijo es verdad, que no puedo hablar y me duele, pero, no puedo meterme.

Entonces hubo silencio entre las dos, y le dije: el Señor me está diciendo algo, y me dice: hay un pecado oculto. Ella contesto: no lo dije yo, lo has dicho tú.

Ese día, sostuvo Jesús mi corazón, me guarde, y abrace esta palabra, la abrace tanto por que Jesús estaba ahí no tenía yo que actuar, no podía decir nada.

Esos días, me mantuve distante, y tenía un nudo en la garganta cada que llegaba mi esposo a casa, estaba totalmente desconcertada, pero no me hacía preguntas, simplemente, espere, y espere lo que el Señor me dijera.

Pero dolía, claro que dolía, me sentía mal, y más mal, el saber que era una iniquidad que había sido cobrada por satanás por una mentira.

Estaba desconcertada, pero seguí avanzando, y le dije al Señor ¿Qué seguía?

En eso él me dijo: espera. Al pasar de los días, ore, y mi hermana en cuestión me dijo que me quería ver. Pasaron los días, y ella se armó de valor,

Me dijo la verdad del pecado oculto en breves palabras, nadie entro en detalle, lloro y le pedí, que me diera tiempo de poder sanar estas heridas, que estábamos bien, pero que necesitábamos tiempo las dos para sanar; Además, de todo le dije: hermana Si Jesús ya nos perdonó a nosotros ¿quién somos nosotros para estar así?


Mí amado Jesús a quien debo todo lo que soy, me dijo, Hechos 28, 11. Que pasarían tres meses desde ese entonces para que pudiéramos sanar las heridas, y que empezaba en un otoño, que fue cuando paso a decírmela verdad y acabaríamos en la primavera del 2023, más los trece días de oracion. Y es asi, que sucedió; pasaron los tres meses, no supimos nada la una de la otra, no hubo más que decir, solo teníamos a Jesús en medio, y el día que me fue permitido verle, tomamos un café, le compre unos obsequios y, al final nos abrazamos, lloramos, y nos abrazamos, más.

Todos estos meses que estuve sin mi hermana, pensé que no la necesitaba, pensé también que nada estaría fuera de lo normal, pero Jesús agregaba todo lo demás, sí me hacía falta mi hermana, pese a todo, sí me hacía falta su amor, y el entender que Jesús perdono cosas peores, y el entender que solo era cuestión de satanás para dividir a mi familia, a mi esposo, y mi corazón del de Jesús, me hacía amar más y más a mi hermana, no a su pecado, sino a su alma. Ella estaba desconsolada, no sabía muchas ocasiones como es que es iba a reaccionar, pero Jesús nos decía muchas veces que el echó al fondo del mar nuestros pecados y que jamás los iba a volver a traer.

Hoy la relación con mi hermana está en armonía, podemos hablar y ninguna dice o recuerda, basta el amor de Jesús en nosotras para saber que somos más que vencedoras en Jesús, y que somos más que llenas de su amor.


La primavera llego, y con ella una hermosa promesa que se quedó en mi corazón por siempre; Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición. Mal.4;6 Con todo mi amor al que es digno de alabanza.

Sea la Gloria y el poder.






Sara.

México.

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