El ayuno nos ayuda a vencer defectos y pecados personales; nos sirve para superar nuestras debilidades.
Jesús no condenó el ayuno, aunque criticó la forma exhibicionista e hipócrita de ayunar, sobre todo de los fariseos, y enseñó cómo debe hacerse: ayunar sin que lo note nadie; "el Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6,16-18).
El ayuno debería ser una parte normal de nuestras vidas; éste le permite enfocar su tiempo y atención en Dios. Cuando se combina con oración y tiempo en la Palabra de Dios, el ayuno fortalece su fe y le ayuda a tener más confianza en el poder de Dios.
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