Salmo 119:103
¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras !, más que la miel a mi boca.
A través de ese salmo podemos entender que las palabras dulces que el Señor nos da, debemos atesorarlas y deben quedar tan profundamente grabadas en nuestro corazón que podamos compartirlas a otros.
Podemos ver la necesidad, que tenemos que él Señor controle nuestra lengua, que no tiene hueso, es un músculo que no se domina y solamente el Espíritu Santo es la que la puede transformar.
Debemos llenar nuestras vidas de palabras que hablen solo de bienestar, de amor y de paz, reflejando lo hermoso que el Señor esta haciendo en nuestras vidas.
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